#Solsticio de invierno. La luz que se apaga.

Quizá no haya mejor manera de entender una palabra o un concepto que cuando se va uno a sus raíces. En el caso del solsticio, me parece hasta poética la definición. Del latín solstitium Sol y statum, cuando el Sol está quieto. Es el día más corto y la noche más larga del año. Simboliza la muerte, el período de dormanza en la naturaleza. En el solsticio de invierno, que tuvo lugar en el hemisferio norte a las 04:44 AM horas de la Ciudad de México, el Sol llega a la posición más al sur de su trayectoria. Al día siguiente empieza su viaje en dirección norte. Unos días antes y después, el movimiento es tan sutil que pareciera como si el Sol se detuviera. Este es el día que recibimos el menor número de horas de luz en el año. Todavía queda algo de calor almacenado del verano, pero conforme avanza en dirección al norte las temperaturas empiezan a bajar. Al medio día el Sol queda justo encima de nuestras cabezas.

Antiguamente se tenía miedo que el Sol desapareciera y no hubiese más luz. El Sol es el dador de vida, es la vitalidad, el poder. Es el viaje del héroe, el que nos da nuestra identidad y a través de cual adquirimos la conciencia. Recorre estación tras estación hasta llegar al invierno que es el descenso al inframundo para enterrarse ahí y luego salir victorioso y renovado. El último y primer aliento. Los hombres de todas las culturas emulan al Sol y recorren con él, el mismo camino. Descienden hacia la muerte para lograr la transformación.

El invierno marca para la astrología, la entrada del signo Capricornio, signo de tierra que representa el máximo de la ambición, lo práctico y el deber. De cimientos sólidos nos obliga a reflexionar acerca de nuestra vida y la dirección que llevamos. Lo rige Saturno, que es Kronos el rey del tiempo, el que todo ordena.  El planeta de la melancolía.  El ánimo es sombrío y de contrición, incluso en ocasiones hasta depresivo. Es momento de hacer un viaje interior para restaurarnos y nutrirnos de adentro para afuera.

Este invierno además, viene acompañado de Mercurio retrógrado, con lo cuál tendremos que asomarnos a pensamientos, emociones y sentimientos ocultos. Ya que el planeta alado también se encuentra en Capricornio, también conviene revisarnos sin juzgar y sin escondernos de nosotros mismos.

El paso por la obscuridad no debe asustarnos. Simboliza la profundidad de lo que somos y las partes que todavía no se iluminan. Es explorar nuestro potencial y reconocerlo para revelarlo poco a poco.  Es reconocer qué es lo que se necesita para continuar a paso firme. Hay que tranquilizar el diálogo mental, ese que sólo distrae, para poder estar en silencio, no dispersarnos y podernos observar, como únicos testigos. El invierno es época de guardar y reconfortarnos. También es el final del año, la hora de examinar nuestros triunfos y fracasos. De acomodar cada cosa en su lugar. Mucho que celebrar. Con suerte y llegamos a la primavera con un poderoso sentido de propósito y el espíritu renovado.

Sin luz no hay obscuridad, sin obscuridad no hay luz...